jueves, 4 de julio de 2013

Rock al Parque le pertenece al público

 Rock al Parque le pertenece al público que lo ha vivido, a las generaciones que desde el lejano 1995 han encontrado en él algún recuerdo para llevarlo en el corazón. El Festival les pertenece a los artistas que se han presentado en sus escenarios, a los creadores y gestores musicales que han dejado allí sus sueños, propuestas e inquietudes artísticas y por supuesto, a los músicos que están por venir. El evento gratuito más importante del continente también le pertenece a una ciudad que necesita contarle al mundo que tiene otras historias, que desde otros lenguajes puede generar memoria a partir de la furia, el desamor, la desesperanza, el amor y la ilusión. Y así es, Rock al Parque tiene el reto de entender y mantener ese sentido de pertenencia: el del público, los artistas y por supuesto, su responsabilidad con la memoria artística de la ciudad. Finalizada la versión 2013, se acercan los 20 años del festival. Teniendo en cuenta lo anterior, vale la pena reflexionar sobre el mismo, desde su concepto, vigencia y proyección, porque queremos celebrar esas dos décadas con los honores que se merece.
Cuando hablamos sobre el concepto, es importante precisar que el significado del rock en 1995 es diferente al que tenemos en la segunda década de siglo XXI, ese significado ha cambiado, el rock es parte de un contenido sonoro híbrido que reconoce en su origen, esencia y desarrollo a otras familias estéticas que lo enriquecen y lo convierten en un lenguaje universal, nos referimos al metal, reggae, ska, hip hop, electrónica, punk, entre otros. A diferencia de lo que ocurre en el mundo, en donde el rock es habitado y enriquecido por esa convivencia de géneros, nosotros nos encontramos aún con un escenario dividido y validamos, en pleno siglo XXI, el concepto de “tribus urbanas”, afinando esas divisiones, no nos enfrentamos al desafío de hacerlas convivir en un mismo espacio, de involucrarlas a un nuevo siglo, que tiene precisamente en ese aspecto un reto importante.
Sobre la vigencia podemos precisar que 19 años después de su primera edición no tenemos un mercado autosostenible para las bandas independientes colombianas, si bien esa no es una responsabilidad única del evento, también estamos involucrados los medios y los propios artistas, está claro que ese objetivo no se ha cumplido. Hoy, cuando el mercado depende más de una dinámica de conciertos que de la venta de discos, el concepto de lo gratis nos está saliendo caro, varias generaciones no saben el significado de “pagar por ver” y mucho menos la de “pagar por conocer”. Las generaciones de hoy son diferentes a las de 1995, si bien los procesos curatoriales han correspondido acertadamente con cada uno de los festivales, incluido el reciente, un evento musical hoy es un espacio formativo, entretenido, inolvidable, en otras palabras: “un buen parche”. Más allá de las cifras que en los últimos años nos proporciona el evento, se ha olvidado que existe un público nuevo que si transita el parque y que poco a poco lo habita, ese aspecto es una ganancia, ese es el público que ya entiende la universalidad de la cultura rock, es ahí cuando el ciudadano, el usuario, el humano es más importante que la cifra, que los miles y miles que cada año se recopilan en una estadística oficial.
Sobre la proyección, es claro entender que el nuevo usuario del Festival tiene una personalidad digital, que el “Social Media” le ha proporcionado un universo de posibilidades en sus consumos culturales y por supuesto los espacios para poderse expresar sobre sus gustos, expectativas y opiniones, algunas constructivas, otras no. Poco a poco Youtube se está convirtiendo en la mejor forma de asistir a un festival. A este nuevo usuario se le debe proporcionar una experiencia única, amable, entretenida e inspiradora. El usuario digital también debe tener sentido de pertenencia por el festival. Otro aspecto importante en cuanto a la proyección debe centrarse en el acompañamiento de las nuevas bandas colombianas, no todas son buenas e infortunadamente algunos géneros sonoros se han quedado estancados, tenemos buenos músicos pero nos faltan artistas. Necesitamos que ellos también sean autocríticos, que conozcan sus alcances y límites y que sientan la responsabilidad de trabajar profesionalmente sus propuestas, no todo se lo debe dar un festival, una emisora o un medio digital, pero si se debe acompañar ese proceso. Quizá, como dicen, menos es más, la inclusión se valida con la calidad de las propuestas, lo público también tiene esa responsabilidad, si algunos proyectos no tienen ese niveles mínimos para darle la talla al evento se deben buscar otros espacios.
Soñamos con un Rock al Parque habitado en sus 20 años con todas las generaciones de públicos, artistas, gestores y medios que la han construido, pero también soñamos con un evento apropiado por las nuevas bandas, públicos, gestores y medios que deben encontrar en la música un espacio para reconocerse, entenderse y proyectarse. Al final, más allá de cualquier interés, lo más importante de ir a un parque a vivir el rock debe ser el de poder apreciar a la música como un elemento cultural que nos une, que nos obsequia el legado de la memoria y nos proporciona la oportunidad de un futuro.
Álvaro González Villamarín
Director de programación de Radiónica
@profeastronauta

No hay comentarios:

Publicar un comentario