Cuando el país creía que ya lo
había visto todo en materia de violencia, hay nuevas señales de la sevicia
criminal a la hora de imponer su régimen de terror.
Y como si se tratara de una
maldición, esas señales aparecen de nuevo en Buenaventura, la misma ciudad
portuaria que mueve la mitad de las exportaciones del país, pero que el año
pasado escandalizó a los colombianos por la existencia de las famosas casas
donde descuartizaban gente, donde la pobreza es tan visible que la comparan con
El Congo, donde el agua potable llega sólo por horas, donde los desplazados se
cuentan por miles y donde los desparecidos preocupan hasta en la ONU.
Esta semana las autoridades
locales revelaron un hallazgo espeluznante: en un lote del barrio El Progreso
encontraron cuatro fosas comunes con restos humanos. Se cree que corresponden a
igual número de personas, pero Medicina Legal aún intenta establecer esos datos
y la fecha de su muerte.
Ese hallazgo se suma al
desmembramiento de otras dos personas a comienzos de este año y los 22
desmembramientos ocurridos en el 2013 y el 2014. Esas cifras opacan la sonada
intervención que hizo el gobierno nacional desde el 14 de febrero del 2014 y
que, entre otras cosas, consistió en la militarización de la ciudad con 2.400
uniformados.
Si bien gracias a esa
intervención integral se logró la captura de 311 miembros de bandas criminales,
las autoridades debieron reconocer que durante 70 días del proceso, se
registraron 21 homicidios, cinco desmembramientos, dos desapariciones, 56
desplazados y cuatro denuncias por reclutamiento forzado.
De ahí que muchos se
preguntan: Si eso ocurre con la ciudad militarizada, ¿cómo será cuando no lo
está?
Tristemente, en Buenaventura
ninguna de esas escalofriantes escenas es nueva. De hecho, el hallazgo de las
cuatro fosas comunes es una verdad a voces que venían gritando desde la
comunidad, la iglesia y la Personería, “las fosas son igualmente el reflejo de
la grave situación de violencia y de desapariciones que registra Buenaventura”,
dijo Íngrid Arroyave, personera encargada del puerto.
¿Qué pasa?
El diagnóstico es el mismo: la
guerra a muerte entre dos bandas (la Empresa y los Urabeños) que se pelean el
dominio territorial del puerto. Por esa ciudad se mueve no sólo la mitad de la
economía exportadora del país, sino el bajo mundo del narcotráfico.
Las rutas, las lanchas, los
semisumergibles, los laboratorios, el mar, los esteros y los barrios de bajamar
se convirtieron en la 'joya de la corona' que se pelean los criminales. En el
pasado fue la guerrilla, luego los paramilitares y ahora las llamadas bacrimes.
Desde entonces, la violencia
en el puerto sólo ha cambiado de nombre y de modalidad criminal, “porque ahora
no quieren que la gente se entere de sus horrendos crímenes”, explicó el
sacerdote Jhon Reina, miembro de la Pastoral de Buenaventura.
El sacerdote hace referencia a
las desapariciones, un problema tan visible, que ONG como HRW lo incluyó en el
2014 en su informe anual sobre Derechos Humanos, “la situación en Buenaventura
es una de las más alarmantes que hemos observado en muchos años de trabajo en
Colombia y la región. Tan solo caminar por una calle equivocada puede provocar
que uno sea secuestrado y desmembrado”, dijo para entonces José Miguel Vivanco.
De hecho, un documento oficial
en poder de esta revista reconoce la existencia del problema de las
desapariciones en Buenaventura como una estrategia de los delincuentes por
reducir el impacto de sus crímenes y evitar así el accionar de las autoridades.
“La evolución del fenómeno de
las desapariciones obedece a una estrategia de los grupos armados generadores
de violencia y perturbación de la convivencia democrática en el municipio de
Buenaventura, a fin de evitar las acciones disuasivas y reactivas de la fuerza
pública a causa del recrudecimiento de los homicidios, esto se ve evidenciado en
la reducción de las muertes violentas en los últimos cuatro (4) años”.
El período al cual se refiere
el informe es del 2006 al 2010, donde estadísticamente se evidencia la curva.
Mientras bajan los homicidios, aumentan las desapariciones.
Sólo por citar un ejemplo,
mientras en el 2006 los asesinatos eran 408 casos, las desapariciones apenas
llegaban a 42 denuncias. Pero en el 2008 los homicidios bajaron a 206 casos y
los reportes de desaparecidos subieron a 182.
Hoy de nuevo esa preocupación
está en el ambiente y es una de las inquietudes de las autoridades, “creemos
que son personas registradas como desparecidas, pero no tenemos claridad
científica si son de este año o de anteriores”, explicó la personera Arroyave.
El coronel Marcelo Rusty, el
nuevo comandante de Policía que llegó al puerto hace apenas un mes, muestra con
orgullo que en lo corrido de este año los homicidios se han reducido en 11
casos y que oficialmente sólo hay reportes de cuatro desaparecidos.
Quizá las cifras oficiales le
dan la razón, pero para los bonaverenses la realidad de la violencia que los
azota está enterrada en fosas comunes, como las cuatro que ya desenterraron
esta semana.

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